En 2021 el Estado necesitará $4 billones para afrontar sus compromisos y al BCRA ya no le quedan reservas líquidas
Joaquín Cottani es un economista argentino que en la década de 1990 integró el equipo económico de Domingo Cavallo, aunque ya hace casi 25 años reside en Nueva York. Según estimó en la última semana, las verdaderas necesidades de financiamiento del Estado Argentino para 2021 son gigantescas, mucho más para un país que no tiene acceso al mercado de crédito internacional. De acuerdo a sus proyecciones, en total harán falta nada menos que 4 billones de pesos para hacer frente a todos los compromisos, alrededor de 10% del PBI.
La cifra incluye el déficit primario de 4,5% del PBI proyectado en el Presupuesto, pero además los intereses de la deuda púbica emitida por el Tesoro y la refinanciación de las Leliq y los pases pasivos, es decir los instrumentos que coloca el propio BCRA para absorber los excedentes de pesos del mercado. Esto último es el denominado “déficit cuasifiscal” pero que en la práctica tiene el mismo efecto.
El excedente de pesos que tiene la economía argentina y al mismo tiempo la escuálida posición de reservas del Central es el tema que más inquieta a las autoridades del Fondo Monetario. Y buena parte de las negociaciones en marcha buscan determinar cómo se atacarán ambos frentes en simultáneo. Es decir tanto la emisión casi descontrolada de pesos por parte del Central para abastecer al Tesoro y al mismo tiempo el escaso nivel de reservas listas para utilizar, lo que pone al BCRA en una posición extremadamente endeble.
El plan original de Martín Guzmán era apuntar a un déficit menor que el que figura en el Presupuesto. De esta forma mejoraría el humor de los inversores y habría un margen mayor para que el Tesoro emita deuda y recurrir en una dosis menor a la emisión monetaria pura.
Pero todo eso quedó en el pasado. Cristina Kirchner ya se ocupó de ponerle un fuerte límite a la recomposición tarifaria, ya que atentaría contra la recuperación del consumo en un año clave desde el punto de vista electoral como es 2021. Esto generará un fuerte aumento de los subsidios económicos, es decir más gasto público que el presupuestado. Y además, todo indica que el segundo brote de Covd-19 también requerirá de más ayuda que la prevista por parte del Estado, por lo menos en la primera parte del año próximo. Por lo tanto, hoy el rojo de 4,5% del Producto luce más como un piso para el 2021 que como techo.
La Argentina no es el país que más dinero destinó este año a combatir los estragos del Covid-19 en la economía. Pero es el que menos financiamiento tiene y nada indica que esto vaya a cambiar el año próximo. Y esto representa un desafío enorme para la incipiente reactivación que tiene la economía tras el cierre producto de la cuarentena en el segundo trimestre.
NI UN DÓLAR MÁS
El FMI ya avisó que no habrá un solo dólar nuevo para el Gobierno. A lo sumo refinanciará los USD 44.000 millones que vencen en 2022 y 2023, pero los intereses los seguirá cobrando. Por otra parte está descartado que otros organismos multilaterales (BID, Banco Mundial y CAF) liberen fondos frescos. A lo sumo prestarán en la medida que Argentina vaya cancelando otras deudas, pero no incrementar su exposición en el país.
Tampoco hay fondos de inversión internacionales dispuestos a poner plata en bonos u otros activos argentinos. Los que habían confiado en el país ya quedaron demasiado desgastados luego del canje de deuda y la frase de Larry Fink, CEO de Black Rock sigue resonando: “Hay lugares más seguros para invertir que la Argentina”. Todos sus colegas opinan igual.
La inversión directa, que es otro canal de ingreso posible de dólares, brilla por su ausencia. A lo largo del año varias empresas extranjeras anunciaron que cierran sus operaciones en el país y casi ninguna anunció su ingreso. La mayoría de las que hacen apuestas en la región prefiere Chile, Brasil o algún país andino como Perú o Colombia, que ofrecen mayor estabilidad financiera y reglas de juego claras.
Por lo tanto, sólo queda el mercado interno para salir a financiar los enormes desequilibrios financieros. Pero la capacidad de fondos comunes de inversión, compañías de seguros o incluso los propios bancos para “bancar la parada” es muy reducida. O deberían dedicar el 100% de sus recursos para el sector público, desplazando totalmente las necesidades de las empresas y de los individuos.
EXPANSIÓN MONETARIA, PRESIÓN CAMBIARIA
Con este panorama, cada peso que aumenta el déficit es sinónima de mayor expansión monetaria y presión cambiaria. Y la capacidad de absorción también es limitada, ya que el BCRA no puede hacer lo que hizo durante buena parte del 2020: vender dólares para amortiguar la demanda del sector privado. De hecho, durante el año absorbió más de 500.000 millones de pesos por esta vía.
Esta opción ya no estará disponible en 2021 porque simplemente se terminaron las reservas líquidas. Es improbable, por ejemplo, que el Central opte por vender el oro para hacerse de liquidez (serían unos U$S 4.000 millones adicionales).
Del manejo de este enorme excedente de pesos dependerá que el 2021 sea un año relativamente bueno para la economía argentina, que apunta a salir gradualmente del pozo provocado por el Covid-19. La estrategia aún no es clara. Es más, todo indica que aún no está diseñada cuál será realmente. El peligro de un nuevo capítulo de presión cambiaria y desborde inflacionario sigue presente.
Postergar el aumento de tarifas o hacer acuerdos con frigoríficos para vender cortes populares de carne a precios accesibles no son medidas que ataquen el problema de fondo. Al contrario, postergan la búsqueda de una solución de fondo. La combinación de un dólar contenido por un estricto cepo cambiario y de congelamiento de precios aumentan los temores de un estallido no muy diferente al Rodrigazo de 1975. O un nuevo reperfilamiento de instrumentos en pesos de corto plazo, tal como ya sucedió a fines de 2019.
El desafío para las autoridades económicas está a la vuelta de la esquina. Desde el 20 de noviembre el BCRA ya emitió nada menos que $ 350.000 millones a favor del Tesoro, en el período de mayor déficit del año. Pero esos pesos habrá que absorberlos desde mediados de enero, cuando empieza a flaquear la demanda de dinero posterior a las Fiestas. La primera consecuencia que ya a esta altura parece inevitable es un aumento considerable de las tasas de interés, que en el caos de las Leliq pasaría de 38% a varios puntos arriba del 40% anual.
POSICIONAMIENTO GEOPOLÍTICO
En el medio de las urgencias de corto plazo, el Gobierno va moldeando un nuevo posicionamiento geopolítico. Se veía venir desde la victoria del kirchnerismo en las elecciones de 2019 y ahora se va consolidando.
El acuerdo de Estado a Estado con Rusia para la compra de la vacuna Sputnik V es uno de los datos de alta relevancia para entender hacia dónde apunta la Argentina. El otro es la designación de Sabino Vaca Narvaja (de alta confianza de Cristina Kirchner) al frente de la estratégica embajada argentina en China.
De esta forma, la Argentina se vuelca al eje China-Rusia, alejándose de Estados Unidos. Tanto Alberto Fernández como Cristina Kirchner son conscientes que pueden esperar poco o nada del gobierno norteamericano, aún luego de la derrota de Donaldo Trump. Por eso, la decisión estratégica es recostarse en otro tipo de alianzas, que pueden brindar financiamiento (incluso para la compra de las vacunas), como inversiones estratégicas.
Aunque las comparaciones son odiosas, es exactamente el mismo camino elegido por Venezuela y que tan buen resultado le ha dado a Nicolás Maduro para sostenerse en el poder durante tantos años a pesar de las penurias económicas y atroces violaciones de derechos humanos de ese país. Fue el respaldo de estos aliados (Rusia y China) los que permitieron que el dictador pueda aguantar desde el punto de vista financiero y diplomático.
Mauricio Macri tuvo como gran aliado a Estados Unidos y el FMI para llevar adelante su gobierno y eventualmente conseguir la reelección. Su fracaso no sólo le permitió a Cristina regresar al poder sino retomar la agenda que ya había impulsado con estos dos aliados estratégicos. A ese eje (Moscú-Beijing) Gobierno para retomar impulso aún en medio de una crisis económica, financiera y social casi sin precedentes en la historia del país.