El PJ nada en las aguas de la incertidumbre
Quisieron dar una señal a la sociedad pero el congreso, que fue pensado para organizar el partido, terminó exponiendo divisiones y desamores. Hay más voluntad en las palabras que en las acciones. No hay un nombre que genere unanimidad y, por eso, el líder del movimiento peronista sigue siendo un misterio.
Desde el 10 de diciembre de 2023 pasaron 119 días, casi cuatro meses pasaron de una foto que cegó a una estructura clásica de la vida política nacional: el Partido Justicialista (PJ). Esa imposibilidad de ver lo que hay adelante lo hizo caer en una laguna de incertidumbre de la que todavía no puede emerger para decir: «¡Vamos por acá!».
El PJ tuvo hace 15 días su congreso especial. Especial porque de los 900 congresales fueron casi la mitad (470), especial porque le dieron especial atención al saliente presidente del partido, el expresidente de la Nación, Alberto Fernández. Sí, aunque parezca una idea bizarra, Alberto, cuando estaba en su mejor momento, logró también que «los compañeros» lo ungieran con semejante referencia nacional. Ahora le aceptaron la licencia en el cargo de máxima autoridad del peronismo en la Argentina y fueron al grano: la rosca. Es que lo de Alberto era una excusa, pero al menos para eso les sirvió, y como alternativa imanadora intentaron darle forma a la Mesa de Acción Política. Buen título para tapar a un expresidente de la Nación, pero fracasaron en el intento de poner los nombres y por eso resolvieron que su integración estará a cargo del Consejo Nacional del partido. La Mesa tuvo por objeto atraer y contener a los diferentes peronismos, a todos los sellos, todos los carteles, a los del norte, el centro y el sur, a los del este y el oeste, incluso «a todas y todos».
En ese contexto, el último candidato a presidente de la gran alianza que apoyó el peronismo, Sergio Massa, en el mismo día y casi a la misma hora, juntó a los dirigentes del Frente Renovador, de clara tendencia peronista, para analizar la derrota contra Javier Milei en el balotaje y definir un rumbo político.
Volviendo al PJ, en el encuentro que se hizo en el microestadio de Ferro quedó en claro, de nuevo, lo complejo que es organizar el peronismo. El primer encuentro nacional del año sirvió para que los 470 congresales hicieran catarsis y algunos aprovecharon para reclamarle al kirchnerismo los errores de su visión centralista. Hubo mística y contención. Hubo críticas y muchos dedos en V. La palabra «compañero» se pronunció 1.682.697 veces en toda la jornada. De todo ese festín lo sobresaliente fue que quedó expuesta la puja entre quienes defienden que el partido tiene que volver a ser lo que fue antes de su versión populista y los que prefieren presentar un peronismo posmoderno, con un poco de aceite de oliva y progresismo a gusto. Es una disputa histórica de sentido, que se puede sintetizar entre los que están del lado de La Cámpora y los que quieren minimizar el protagonismo de esa corriente en el PJ.
Los gobernadores no toman postura pública en esto, todavía. Tienen otras urgencias y es entendible que estén preocupados y ocupados en reclamar la coparticipación federal e impedir el retorno al viejo modelo de Ganancias, antes de andar gastando tiempo y fuerzas en el reemplazo de Alberto Fernández, que no sucederá en el corto plazo.
En tanto que los legisladores nacionales del PJ gozan de cierto protagonismo porque Milei de tanto que bastardeó al Congreso Nacional, terminó llevando a sus miembros a tener una visibilidad que rara vez la tienen. De la cuestión partidaria solo quieren hablar en Off porque están más ocupados en el trabajo que les está demandando el Presidente.
Los sindicalistas, en este momento, son los más álgidos representantes de «la voz del pueblo peronista» porque al no haber una cabeza en el partido o un liderazgo definido, hacen su trabajo de férrea oposición ante los despidos en organismos nacionales, la pérdida del poder adquisitivo y otros efectos de la motosierra libertaria.
Del congreso fue interesante también la virulencia con la que se le cayó a La Cámpora. Algunos se animaron más que otros. No todos apuntaron en esa línea porque, pensando a futuro, alguno podría haberse pasado de lengua con el espacio que tiene al gobernador de Buenos Aires entre sus hombres fuertes. Axel Kicillof es hoy, por varios motivos, el dirigente en gestión con mayor caudal electoral del peronismo.
Nombres para conducir el PJ sobran, lo que falta, desde que Cristina Fernández se muteó, es un liderazgo que cautive. Esto, siempre en referencia a la máxima figura del PJ, como lo es el presidente. Porque si algo tiene el peronismo son segundas y terceras líneas. Gobernadores, diputados, senadores, intendentes, concejales y gremialistas que hablan mucho hay un montón.
Hoy no tienen un presidente, o mejor dicho está de licencia, ¡no renunció! Anda paseando por España, mientras algunos viejos peronistas pasionales intentan rearmar el rompecabezas.
El líder no está identificado. Un liderazgo político no implica ni obliga que deba ser, indefectiblemente, el presidente del partido. Recordemos que Cristina Fernández, cuando no quiso dar la pelea interna armó Unidad Ciudadana y dirigió desde ahí en tono peronista. No obstante, el peso político que tiene el cargo de presidente del PJ otorga una referencia indiscutida.
La conducción del PJ nacional se renovaría este año. El potencial es porque es lo que señalaron en el encuentro en Ferro, o al menos en los últimos meses del 2024 se conocería cuándo será la elección interna para elegir a la nueva cúpula de dirigentes. Es que este fue otro tema que no pudieron acordar.
En esta maraña está el movimiento justicialista. Algunos quieren seguir siendo la versión romántica del peronismo de izquierda y otros quieren parecer de derecha pero ser de centro. En ese debate están. Quizás de esa discusión interna -y muchas veces externa- surja la alternativa y salga a flote la voz del líder que propone un rumbo porque, hasta ahora, el PJ nada, nada en las aguas de la incertidumbre. Esto se trata de certezas, los votos llegan cuando hay una estructura organizada que se muestra capaz de gobernar, y el rol del líder político es importante porque es el que ordena, genera consensos, marca un rumbo y exclama: «¡Vamos por acá!».