10 de octubre: Día Mundial de la Salud Mental
A casi dos años del inicio de la pandemia de COVID-19, con el fin de las restricciones, el distanciamiento y un fuerte plan de vacunación en todo el territorio, se avanza sobre una nueva vida y la ya tan mencionada «nueva normalidad». Por eso, en este 10 de octubre, mientras se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, es importante poner el acento en los fuertes cambios que atraviesan argentinas y argentinos tanto en lo relacionado con lo laboral, lo personal como también en los problemas económicos o las incertidumbres del día a día. Allí es donde aparecen y se acumulan una importante suma de trastornos mentales, adicciones y fobias.
Tras lo vivido en este último tiempo, la salud mental de la población ha empeorado. No solo por las cuestiones relacionadas al encierro y la cuarentena, sino también a causa de las limitaciones sociales y a la situación socioeconómica que vive el país. Por eso, desde el Hospital de Clínicas, el Dr. Patricio Rey, médico pediatra del establecimiento, remarca: «Estamos viendo cómo se incrementan las consultas sobre salud mental con la reapertura de las actividades en busca de apoyo profesional. Las poblaciones más vulnerables durante esta pandemia han sido adolescentes y niños. A nivel mundial se incrementó la patología mental en adolescentes sobre todo trastornos de ansiedad, adicciones, incremento de autolesiones, idea suicida y actos suicidas». Y añadió: «La población adolescente es la más golpeada de todas. Asimismo, adultos jóvenes, entre 18 y 65, se vieron más afectados frente a situaciones de inestabilidad laboral y pérdida de seres queridos».
Por la pandemia, lógicamente, disminuyeron fuertemente las consultas de control; lo que generó un aumento en la morbilidad por causas relacionadas a la salud mental. Con respecto a esto, el pediatra sostiene que muchas personas dejaron de concurrir a sus terapeutas, a sus psiquiatras y hasta que han dejado de tomar medicaciones, por lo que también va en aumento la gravedad y severidad de los problemas que ya existían. Más allá de estos, se han sumado nuevas patologías tanto por cuestiones vinculadas a la incertidumbre en torno al virus como por los problemas económicos y la restricción de los vínculos sociales.
Sobre esto, Rey destaca que se observa en la población «un cuadro de estrés post traumático crónico», ya que la pandemia sigue y su riesgo está latente, mientras que también se mantienen las problemáticas socioeconómicas. «Aquellos que tienen que volver a su vida habitual desarrollan toda una cuestión de ansiedad, estrés y dificultades a la hora de enfrentar la nueva vida post pandemia. Hay mucho miedo y dificultades de volver a una rutina como antes porque hay miedo a contagiarse», señala. A su vez, manifestó: «Aún no podemos saber qué secuelas quedan en la población a largo plazo pero en promedio un tratamiento de salud mental tanto psicoterapéutico como psicofarmacológico puede durar entre 2 y 4 años».
Con la ansiedad también se incrementaron problemas de sueño como el insomnio, la conciliación o su mantenimiento. «Los trastornos por ansiedad han aumentado, quienes los padecen vieron empeorar sus cuadros y mucha gente los experimentó por primera vez. Quienes descuidaron sus tratamientos con psicofármacos vieron exacerbados sus cuadros. Se están viendo más casos de adicciones, en nuestro país en especial el alcoholismo, tabaquismo, cannabis, cocaína y drogas en general. Todos los patrones en adicciones han aumentado», repasó. Más allá de que en Argentina, hasta el momento, el suicidio no es una de las principales problemáticas, afirmó que lo es «en países más golpeados se vieron más casos como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y otros de Europa», donde se duplicaron.
Desde el Clínicas afirman que, en el mundo, hay más de 500 millones de personas que padecen depresión, trastornos de ansiedad o adicciones y se estima que la próxima pandemia post COVID-19 es la de los trastornos mentales con estrés post traumático e incremento de los casos de depresión, ansiedad y adicciones. «La depresión constituye la mayor fuente humana de sufrimiento. Las primeras manifestaciones tienen que ver con desgano ante cualquier tipo de actividad, sensación de abatimiento, lo común es dormir mal o no poder hacerlo. Los pensamientos se tornan monocordes y la agitación psicomotora tiende a aparecer a medida que se agrava el estado», enumeró Rey
A su vez, el médico pediatra remarca que se ven secuelas en quienes atravesaron internaciones con cuadros graves -tanto trastornos cerebrovasculares, cognitivos o afecciones- como inestabilidad emocional, problema de estrés, irritabilidad y dificultad de manejo de estrés, entre otras. Mientras que, en quienes pasaron por cuadros más leves, se ve miedo, ansiedad anticipatoria, depresión y problemas para «volver a la vida habitual». Para concluir, Rey sentencia: «Existe un porcentaje alto de la población que sufre depresión pero que no pasa por el hospital, y que desconoce su situación, como consecuencia se va acentuando el cuadro, se puede ir notando un desmejoramiento en sus funciones afectivas y laborales o que termine con otras afecciones asociadas al cuadro de depresión ansiosa, los pacientes terminan asistiendo a una consulta en una 2 o 3 instancia, cuando empiezan a surgir patologías o se acentúan las mismas».