Fin de la pandemia: entre la alegría y el desconcierto de volver a la vida anterior
Después de más de un año y medio de pandemia de coronavirus, tiempo en el que la vida tuvo un ‘stop’ en las rutinas habituales, la mayoría de las personas están expectantes por volver a la vida tal como la llevaban antes del confinamiento estricto y se preparan para los comportamientos “prepandémicos” tales como el trabajo de manera presencial, el uso del transporte público, las actividades sociales, los eventos deportivos y hasta los viajes.
Mientras las autoridades trabajan en una reapertura confiable, la gente se torna expectante. «Cada persona debe trabajar, de manera individual, para que dicha transición sea vivida de forma asertiva y segura», considera la psicóloga clínica Melisa Mirabet (MN 65.390), directora de la institución en salud mental SEPSIAT.
«Debemos estar preparados para afrontar algunos factores estresantes que si bien son nuevos ya fuimos de a poco incorporando, como tener que hacer fila en un lugar para ingresar, tener que reservar espacio para un trámite o actividad social y, también prepararnos para situaciones a las que nos habíamos desacostumbrado como puede ser un transporte público completo, donde posiblemente la ansiedad y la preocupación pueden activarse», explica Mirabet, experta en gestión emocional y alto rendimiento.
La alegría y la esperanza, sin dudas, son las emociones que más se destacan a nuestro alrededor; «sin embargo, la incertidumbre, el miedo y la tristeza de muchas personas que perdieron sus familiares son también emociones que vamos a encontrar al volver a entornos públicos, incluso podemos hacer un especial hincapié en la ansiedad social por tener que volver a exponernos después de tanto tiempo de haber estado compartiendo con nuestro círculo íntimo», añade la especialista, que trabaja desde la psicoterapia cognitivo-conductual.
Y advierte que «toda esta readaptación, si bien conlleva entusiasmo, puede también repercutir de manera desfavorable en nuestra salud mental, ya sea porque surgen nuevas fuentes de estrés o bien porque tengamos que hacer frente a viejos factores de estrés con los que no hemos tenido que lidiar durante más de un año, como el estar día a día con compañeros de trabajo si no tenemos buena relación».
Algunas sugerencias para reducir el estrés que conlleva el regreso:
- Validar nuestras emociones y las de los demás: es decir, no emitir juicio por las emociones que nos acompañan. Muchas personas pueden estar felices por las reaperturas y muchas otras pueden estar atravesando el duelo por la pérdida de sus seres queridos y sentir una profunda tristeza, por lo tanto, es importante acompañar cómo cada uno se siente, sin obligar a nadie a tener que sentirse de otro modo.
- Respetar decisiones personales: si algún amigo o nosotros mismos aún no nos sentimos del todo a gusto con alguna actividad porque nos genera inseguridad o malestar, higieniza el espacio, utiliza tapabocas en lugares abiertos, o prefiere lugares con ventilación, hay que poder acompañar sin juicio y respetar. Evitemos frases como “no pasa nada, no seas exagerado”.
- Reducir la fatiga por exposición: quizás muchas personas observan que cuesta alcanzar el rendimiento cognitivo o corporal que tenían antes, ya sea porque cuesta concentrarse o el cuerpo tiende a agotarse más rápido. Por lo tanto, es importante ir de a poco, cuidando el descanso y la alimentación.
«Los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos y flexibilizarnos a los contextos que nos rodean y así como nos amigamos con las nuevas rutinas durante la pandemia e incluso algunas llegaron a gustarnos más, las reaperturas ahora nos implican cambiar nuevamente, apostando a nuestra capacidad de resiliencia para construir una nueva normalidad que nos sea placentera, agradable y nos permita cuidar nuestra salud física y mental», concluye Mirabet, quien también es docente de Psicopatología en la Universidad de Belgrano.