Rafael Kohanoff un hijo de Charata que emocionó al país
Rafael Kohanoff participó en el programa, «Quién quiere ser millonario», que se emite por Telefe, con la conducción de Santiago del Moro.
Nació en Charata, en 1925, en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos y tuvo una vida itinerante e hiperactiva.
Estudio ingeniería química en alimentos, creó decenas de empresas, tuvo siete hijos, tiene siete nietos y siete bisnietos.
Trabaja en el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), recorre el país dando charlas, y en los últimos años se ha dedicado a pensar en las necesidades de los adultos mayores.
Así describió su presente en Quién quiere ser millonario: «Antes sabíamos que el cerebro te hacía pensar, pero ahora se descubrió que tu pensamiento actúa sobre tu cerebro».
«Si tenés pensamientos virtuosos, alegres, eso te hace sentir bien y tu vida se extiende».
«Me dí cuenta que en mi vida siempre trabajé en positivo, siempre tuve proyectos, amo la vida y amo a la gente».
Gracias a ese amor y a sus propias vivencias, Rafael comenzó a pensar cuál era la mejor manera de focalizar sus ganas de hacer cosas con la necesidad de ayudar a los demás: «quería que mi experiencia se volcara a la gente más necesitada. En base a eso creamos en el INTI un centro de tecnología al servicio de las personas con discapacidad, y de los viejos». Con la misión de difundir su trabajo, el participante comenzó a mostrar sus inventos: un tope para bastón que evita que este se resbale y se caiga, un dispositivo para poder abrochar botones -«para los viejos que ya tenemos los dedos duros», explicó con simpatía- un calzador XL, y un complemento para poder ponerse las medias sin agacharse.
La característica de cada uno de estos aparatos simples de hacer y muy prácticos es que nacen de materiales que pueden encontrarse en cualquier casa: «Cuando creamos esto (el tope para bastón) y vimos que nadie en el mundo lo tenía llamé a amigos para que lo fabriquen y los vendan pero me dijeron ‘no es negocio‘, entonces decidimos hacer encuentros de cien viejitos, y en una mañana les enseñamos a fabricárselo».
Entre anécdotas de su vida, y un sólido conocimiento Rafael Kohanoff se llevó 180 mil pesos, y al despedirse ofreció el secreto para tanta juventud de espíritu: «Hace poco una sobrina me preguntó: ‘tío, ¿vos pensás en la muerte?, y la verdad es que nunca se me ocurrió. ¿para qué si una vez que me muera no voy a saber nada de nada. Trabajamos para la vida».