Dramático relato de dos argentinos que estuvieron secuestrados por Hamas
Una jornada fuera de lo común se vivió este martes en el marco de la reunión en conjunto de las comisiones de Derechos Humanos y Garantías y de Relaciones Exteriores. Allí fueron invitados Clara Marman y Luis Har, dos ciudadanos argentinos que cayeron como rehenes de Hamas y que expusieron sus experiencias narrando en detalle los momentos de terror, Luis fue secuestrado en el kibutz Nir Itzjak donde vivía Clara, los hermanos de ella Fernando y Gabriela, y su sobrina Mía, de solo 17 años. Las tres mujeres fueron liberadas, en una tregua de alto al fuego entre Israel y Hamás, el 28 de noviembre donde se decidió soltar a mujeres y niños a cambio de prisioneros palestinos. Mientras tanto, Luis y su cuñado quedaron detenidos 129 días, hasta que fueron liberados por las Fuerzas de Defensa Israelí.
La primera en tomar la palabra fue Clara quien explicó que aquel 7 de octubre del año 2023, junto a su pareja Luis, y un grupo de familiares fueron secuestrados por el grupo terrorista Hamas. Estuvieron retenidos por más de 50 días. «Como luchamos por sobrevivir, nuestro esfuerzo ahora será para que esta tragedia no quede en el olvido y se liberen finalmente a las 101 personas que siguen secuestradas».
«El cautiverio es un infierno, pero aun duele más la incertidumbre de no saber qué pasa con los seres queridos», agregó la mujer. «Hay 101 rehenes que aún siguen pasando eso -enfatizó- y nosotros, por decirlo de alguna manera, tuvimos suerte».
Ella había invitado a toda su familia a su casa, que está a 3 kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza, para pasar el fin de semana, con motivo de un cumpleaños. A las 6 de la mañana comenzaron a escuchar las sirenas. «Empezamos a sentir que era algo distinto, empezamos a recibir por redes que había penetración de la frontera y que se iban acercando a nosotros. El refugio está preparado para misiles, pero no para el ingreso de terroristas, que entraron rompiendo las ventanas y a los tiros. Abrieron el lugar y nos llevaron para afuera, a los gritos. La casa estaba repleta de atacantes, que daban vuelta los cajones buscando llaves para llevarse los autos».
Luis agregó: «Estaban drogados, con los ojos dilatados. Es algo que no nos vamos a olvidar en mucho tiempo. Nos hicieron subir a la camioneta, que estaba llena de armas, bombas, balas. Nosotros sentados sobre eso. Cinco terroristas luego subieron encima de nosotros como si no estuviéramos. Para ellos no éramos personas. Cuando llegamos a una ciudad, nos hicieron entrar por un túnel oscuro. Quedamos detenidos en una casa que estaba escondida detrás de la fachada de una obra en construcción. Todos los días vivimos en un contexto de guerra psicológica».
Según contaron luego, cada amanecer, cumplían la rutina de pensar qué día era. Lo hacían para llevar un registro del tiempo. Era, en definitiva, una de las formas de mantener la compostura. «Estar en cautiverio es un infierno. Perder la noción del tiempo, pensar en qué pensar porque no se hace nada. Cada minuto es eterno. Uno trata de concentrarse en sí mismo, pensar cosas que le hacen bien, alejarse de esa realidad tan cruel que va viviendo. Yo trataba de hacer actividades, tratar de mover el cuerpo, caminar. Iban pasando los días y el cuerpo dolía. Mi sobrina es una joven de 17, estábamos además muy alertas para protegerla a ella, no dejarla sola con los terroristas. Había cinco de ellos con nosotros todo el tiempo», detalló Clara.
Luis y Clara con sus familiares. El horror narrado en primera persona. Crédito: AP
Además, tenían apenas una botella de agua para los cinco por día, o que cada dos semanas traían un balde para que se laven entre ellos. «En eso nos apoyábamos, eso nos daba fuerza», recordó a continuación Luis quien aportó: «Nos contaban todo lo malo que hacía el gobierno israelí. Lo único que recibíamos era la información árabe. A veces nos decían orgullosos que mataron 1400 civiles israelíes y mucho no le creíamos pero cuando nos liberaron vimos que era una triste realidad. Es más nos increpaban por ser argentinos, qué hacíamos ahí si eso era Palestina ¿Para qué quieren volver a los kibutz, si en 3 años los volvemos a explotar?». Clara lo interrumpió para decir: Esas amenazas no las puedo olvidar, cuando me soltaron sentí que físicamente salí, pero mi corazón seguía allá. El cautiverio es un infierno pero la incertidumbre de no saber qué pasa con los seres queridos no permite seguir viviendo».
Luis y Fernando siguieron en cautiverio casi otros 50 días. Allí comenzaron a buscar estrategias para mantenerse activos. «Primero nos contamos la vida el uno al otro», remarcó Luis. Por eso a Fernando ahora lo conozco más que a nadie. Fue una forma de pasar el tiempo. Hacíamos viajes mentales a Bariloche, Ushuaia, Mendoza. Así iban pasando los días. Otros días estábamos tristes porque nos decían que se cayeron los convenios. Nos repetíamos que cada día que pasa es uno menos de prisión. Sabíamos que íbamos a salir. Una noche escuchamos una explosión y sintieron una voz que nos hablaba. Era el Ejército de Israel que nos llevaría a casa».
Ante el silencio de los legisladores presentes, ambos coincidieron en algo: «Si bien ese día terminó el calvario, sabemos que el horror de ese cautiverio no terminará. No volvimos a ser los mismos. El 7 de octubre nos cambió la vida completamente a todos. Nosotros lo que hacemos hoy en día es apoyar a las familias, darles esperanza y luz cuando podemos. Es como si tuviésemos una misión y por eso estamos aquí contando todo esto».