Cannes: la película con Scarlett Johansson, Tom Hanks y Margot Robbie que compite por la Palma de Oro
Más de veinte estrellas de Hollywood tiene «Asteroid City«, que coincidió en la competencia con «Rapito», de Marco Bellocchio.
Son dos apellidos con peso propio, dos habitués de Cannes, pero que nunca alcanzaron el reconocimiento de los respectivos Jurados que les tocaron en suerte. El texano Wes Anderson y el italiano Marco Bellocchio coincidieron en la jornada de la competencia, pero con dos obras –Asteroid City y un elenco con Scarlett Johansson, Tom Hanks, Adrien Brody y decenas de estrellas, y Rapito-.
Dos filmes que, por distintos motivos, terminaron más cerca de la decepción que de la aceptación. No podían ser más distintas las películas de ambos. Bueno, el mundo de Wes Anderson es único, irrepetible y distinguible, como decíamos ayer, como el de Aki Kaurismäki -otro que es número fijo en Cannes, y que tampoco ganó la Palma de Oro-.
Asteroid City transcurre en los años ’50 -de nuevo, como el cine de Kaurismäki, mucha de su iconografía y escenografía parece imbuida de esa década-, en el lugar del título. Allí cayó hace años un meteorito, y hasta allí llegan distintas familias con sus hijos genios, para participar de un concurso de ciencias, en el mismísimo lugar donde el Gobierno estadounidense se la pasa realizando pruebas atómicas.
Y, enclavado en medio de la nada, en el desierto de Texas, el lugar tendrá otro visitante: un extraterrestre.
Los dispositivos escenográficos -todo se rodó en un set, en España- y la paleta de colores siempre fueron el motor de Anderson, pero aquí lo que se extraña es la sustancia. Todo está muy elaborado, pero lo que falta es no ya cohesión entre tantos y tantos personajes, sino un contenido atractivo.
A los ya mencionados súmenle a Bryan Cranston, Jason Schwartzman (con Johansson son los que tienen más espacio para el lucimiento), Steve Carell, Willem Dafoe, Edward Norton, Adrien Brody, Maya Hawke, Jeffrey Wright, Tilda Swinton, Hope Davis (Succession), Matt Dillon, Margot Robbie, Rupert Friend y si me olvido de alguien, échenle la culpa al espacio.
Bellocchio y un secuestrado
Casi 30 años más que los 54 que acusa Anderson tiene Marco Bellocchio. Octava oportunidad en la que el director de Vincere, El diablo en el cuerpo y Salto al vacío entra a la competencia principal, el veterano realizador vuelve a hurgar en el pasado, y con un hecho real, el conocido como Caso Mortara, que en su momento fue una de las críticas que recibió la beatificación de Pío IX, por parte de Juan Pablo II.
En 1858 las autoridades civiles de los Estados Pontificios le retiraron la patria potestad a los padres de un niño de 6 años, Edgardo Mortara, que eran de religión judía. Dijeron que el pequeño había sido bautizado como cristiano, y lo ingresaron en una institución de educación católica. Por las dudas, lo bautizaron de nuevo.
Al pasar los años y tener la posibilidad de reencontrarse con su familia -eran épocas en la que los Estados Pontificios estaban próximos a caer, y el ingreso del ejército piamontés terminaría con la soberanía en Roma de los Papas-, el joven Edgardo lo rechaza y se ordena sacerdote.
Bellocchio siempre fue de filmar y contar con trazos gruesos, sean historia de sexo, drama políticos o religiosos. Pero solía entregar relatos contundentes. Aquí el Papa (Paolo Pierobon, que tanto puede hacer de Silvio Berlusconi como de Gabriele D’Annunzio) siempre está transpirado, con cierto sudor recorriéndole el rostro. Se enoja y sonroja, y todo el filme sigue un camino previsible.
Estilísticamente en Rapito (Secuestrado) el italiano recurre a una música sobrecargada y a todo volumen para remarcar lo que ya no hacía falta, cuando no apela a cierto realismo mágico en el que el Papa tiene pesadillas, o Edgardo saca los clavos de Cristo, y lo libera.
Ampliamente venerado -algunos aplaudieron al aparecer su nombre en los títulos de apertura, como se recibe a los actores en las obras de teatro cuando pisan el escenario en la primera oportunidad-, difícil que esta película por momentos rutinaria y que desmerece a su autor despierte entusiasmo más allá del fanatismo por el realizador.